¿Vivimos en una casa saludable o sólo confortable?
¿Nos hemos olvidado en medio de tantas modernidades que un edificio ante todo es un refugio? Las casas y lugares de trabajo que habitamos corren el riesgo de no ser en verdad el espacio que nos protege. Y esto es así porque muchas de ellas no resultan saludables. Nuestros hogares están llenos de campos electromagnéticos, de radiaciones nocivas y de emanaciones tóxicas por los materiales empleados en su construcción. Es cierto, que durante las últimas décadas el progreso tecnológico nos ha traído un confort antes impensable, y desde casa uno puede trabajar y estar conectado con el rincón más alejado del planeta. Sin embargo, los edificios modernos que tantos avances han logrado para protegernos de las condiciones perjudiciales del entorno exterior (climas extremos, fenómenos meteorológicos dañinos, potenciales agresiones de animales o humanos), ahora se están revelando como un enemigo en sí mismos.