¿Vivimos en una casa saludable o sólo confortable?

¿Nos hemos olvidado en medio de tantas modernidades que un edificio ante todo es un refugio? Las casas y lugares de trabajo que habitamos corren el riesgo de no ser en verdad el espacio que nos protege. Y esto es así porque muchas de ellas no resultan saludables. Nuestros hogares están llenos de campos electromagnéticos, de radiaciones nocivas y de emanaciones tóxicas por los materiales empleados en su construcción.


  Es cierto, que durante las últimas décadas el progreso tecnológico nos ha traído un confort antes impensable, y desde casa uno puede trabajar y estar conectado con el rincón más alejado del planeta. Sin embargo, los edificios modernos que tantos avances han logrado para protegernos de las condiciones perjudiciales del entorno exterior (climas extremos, fenómenos meteorológicos dañinos, potenciales agresiones de animales o humanos), ahora se están revelando como un enemigo en sí mismos.

   En la interesante obra 'Como funciona un edificio. Principios elementales' del autor Edward Allen (1980, edición española 2014; ver como-funciona-un-edificio), al principio cuando nos habla de las funciones que ha de cumplir una construcción, diferencia entre aquellas que hacen que podamos tener mínimo confort (nos proporciona agua y aire limpio o evacua nuestros residuos orgánicos), cumpliendo nuestras necesidades básicas, de aquellas otras que resultan de la complejidad del propio edificio, de las necesidades creadas por el mismo (por ej. pág. 36 '9. Le pedimos que proteja sus propias estructuras , superficies, sistemas mecánicos interiores y otros artefactos arquitectónicos de la humedad debida a las precipitaciones y otras aguas'.)

  En la época que se escribió este libro, por cierto un tratado muy ameno para conocer los factores básicos en una construcción, no se contemplaba la incidencia en nuestra salud que podían tener las instalaciones eléctricas o los materiales. Al igual que se ha demostrado lo dañino por la presencia  de los fitosanitarios y los abonos químicos en la agricultura, sabemos también que muchos edificios causan perjuicio a sus moradores. El uso del wi-fi (y sobre todo no desconectarlo al dormir), los barnices tóxicos de los revestimientos o los sistemas de aire acondicionado que no se mantienen bien o que se usan en exceso, son ejemplos que sumados entre sí constituyen el panorama de lo que se ha llegado a denominar 'el síndrome del edificio enfermo'. (ver  edificio_enfermo).

  Nuestra sociedad actual tan enfocada en la prisa y la ganancia económica, ha dejado a un segundo lado los principios que tienen que ver con el cuidado. La casa, tradicionalmente entendida como un hogar saludable, un útero que nos protegía de factores hostiles, ya no cumple su misión de ser un refugio. Todas las contradicciones socioeconómicas de esta época poco solidaria, consumista y materialista se evidencian también en nuestros edificios.

  Hemos dejado de estar atentos a la calidad de nuestros alimentos, de nuestra ropa, y también hemos descuidado que nuestras casas sean fuente de salud, y no sólo nos provean de un confort aparente, que nos intoxica lentamente. Las alergias son uno de los síntomas que exteriorizan con claridad o que está ocurriendo; nuestro sistema inmunitario se debilita ante la presencia continua de ataques químicos y electromagnéticos. (Ver la_salud_del_habitat).

  Necesitamos volver la mirada al mensaje del autocuidado, ocuparnos con responsabilidad de la salud de nuestros entornos: casas, campos de cultivos, ambientes urbanos. El reciclaje puede ser un principio, al igual que el reducir pautas de consumo innecesarias. Con todo, precisamos de tomar consciencia de como vivimos, hacer paradas cada día, resentir críticamente el estilo de vida que llevamos.






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