al hilo de seda

   Vamos a empezar el año con el regalo de compartir un temazcal (o 'cabaña del sudar') entre amigos en un pueblo por la sierra norte de Madrid. Aunque puede extrañar a muchas personas por ser una experiencia ajena a nuestra cultura, es de las mejores maneras que conozco para percibir directamente la relación sagrada y total con el fuego, la tierra, el agua y las plantas.. además de la estrecha unidad con las personas que te encuentras, la mayoría 'desconocidos' que no volveremos a ver. Y, sin embargo, una de las experiencias de la relación humana que más te acercan a otra persona, hasta sentirle un hermano, hermana de sangre.   Me encuentra este temazcal en medio de un fin de ciclo, inmerso en retomar la meditación como puerta en mi vida hacia el silencio y el sentir de mi persona. Al sentarnos a meditar, hacemos higiene mental, nos dejamos estar con uno mismo, nos atrevemos a encontrarnos.. nos desprendemos de aquellos que no somos: fantasías, planes, recuerdos..

¿Conocemos lo que nos asusta, o siquiera lo que nos preocupa? Miramos por dentro? O tan solo vagabundeamos,  a la espera del 'premio gordo' que nos retire? Le decimos a la vida cara a cara, que nos gustaría saber más de ella? O se nos antoja una señora demasiado imponente para hablarle de tú? Muchas veces tan sólo rozamos incomodidades por cualquier cosa o motivo, y salimos huyendo despavoridos, no vaya a ser que eso nos descubra algo que no queremos mirar. Tal vez estos días de fiestas la gente familiar esté irritable sin saberlo. En el fondo reconocen lo limitado de como se vive, el pobre espacio dejado al corazón cada día. Incluso la falsedad de muchas relaciones. Por naderías estallan bombas en las 'fechas señaladas', pero señaladas por quién? o para qué? Con todo se come y bebe bien, se cuentan chistes y se hace ruido, tal vez el suficiente para callar el hambre del alma niña. No entraré en el tsunami de felicitaciones whasapeadas al últ

  A alguien tal vez le parezca extraño, ya que el viaje al destino más remoto es el viaje hacia uno mismo. Y no sólo eso, sino que es la ruta más importante, de la que depende en gran parte el éxito en nuestra vida. Un logro que valoramos en términos de salud y de felicidad, no de realización social o económica. Con todo, pocas personas lo emprenden con determinación, gozo y responsabilidad.

Cuando hace unos años Goleman y otros autores en boga impulsaron la llamada 'inteligencia emocional', nos encontramos de primeras con dos piedras base del edificio de competencias: la autoconciencia, o el conocerse a sí mismo, y la empatía, o el saber ponerse en el lugar del otro. Sobre ambas se va trenzando un camino de experiencia relacional que nunca acaba.