Primavera 2015, abundancia de experiencias gestando el viaje a Escocia
La primavera es el tiempo del crecer y del expandirse. Toda la vida se manifiesta en su potencia tras el descanso invernal. Este año está coincidiendo con el final de un ciclo y el cambio a otro. Mucha actividad variada, y como resultado poco tiempo para sentarme a escribir en mi querido blog. Tras la escapada a Sevilla, ya nos parece lejana, este abril trae sol, agua y promesas de novedades. parce también que vamos a conseguir hacer la base de nuestro nuevo porche en el jardín con menos esfuerzo, y buen resultado.
Esta jornada, al atardecer, y justo antes de que Gaia nos regalará el crepúsculo precedido de una tormenta corta y generosa en bendita agua para refrescar la tierra y las plantas, hemos puesto unos bulbos de dalias de varios colores que florecerán allá entrado el verano. Este pequeño parterre, queda flanqueado por fresones que se han criado en casa, y dará otro aire al antiguo hogar de nuestro lilo principal. Pensábamos que no disfrutaríamos de lilas en casa, tras quitar los viejos lilos de siempre. Ahora esas fragantes flores están floreciendo por otros rincones del jardín, que luce espectacular este abril. Hemos rellenado los depósitos de fuera con agua sobrante del aljibe, y estamos abonando con fertilizantes líquidos las plantas más que otras primaveras.
No se si por sincronía, coincide este cuidado al jardín con los cambios para nutrirnos y mejorar nuestra salud. En la plenitud de estos días, hoy he retomado la piscina. Y no sólo eso, sino que es la primera vez que tomo clases de corrección de estilo, siguiendo el plan de reconstrucción de salud pautado por mi osteópata. He tragado agua en abundancia, me he limpiado bien las narices, y he vuelto a recordar la sensación de estar rodeado por agua durante una hora. El agua del océano, el agua de nuestros riñones origen de la vida, que nutre los huesos así como el propósito de nuestra vida.
El lunes pasado, tras salir de la consulta del osteópata, leí un artículo de Guadalupe Cuevas titulado 'Entrando en los huesos, entrando en la rueda', son párrafos que me resuenan bien adentro: 'La Huesera me habla en mis huesos y me cuenta historias de creación que hablan de la Tierra más antigua que gesto toda la vida; de ella vengo, Ella soy y a ella voy'. Decía Cuervo Loco, hombre medicina nativoamericano que el poder del espíritu mora en nuestros huesos huecos.
Avanzamos por la vida, a menudo sin escuchar el cuerpo y acumulamos dolor, resultado de experiencias no digeridas, o emociones sin expresar, además de un montón de toxinas que van quedando por ahí dentro en el cuerpo sagrado, que nos olvidamos de cuidar. Tres o cuatro décadas después, cuando 'vemos las orejas al lobo' y atisbamos la fragilidad de nuestra salud, el miedo se erige en capitán del navío de nuestra vida, y busca soluciones rápidas, cuasimágicas, para lograr la 'eterna juventud'.
En el fondo del corazón, y de nuestras tripas, sabemos que así no funciona esto. Pero nos da miedo el reconocerlo. Como dice Gudalupe en el artículo citado: 'Los mitos chamánicos más remotos, aquellos que se pierden en el tiempo, cuando la Diosa era la misma tierra y la mente no se había separado de ella, nos hablan de espíritus creadores, nacidos del mismo vientre de la tierra, de la Gran serpiente, que creaban la vida cantando a los huesos y dándoles forma con barro y sangre y la tribu de los humanos guardando la memoria de este origen se reconocían como el aspecto encarnado del ESPIRITU DE LA MADRE TIERRA.'
Queremos poder, y podemos querer.., pero desconectados de la Tierra podemos vagar sin rumbo, y equivocar opciones y relaciones. La primavera nos canta a todos la regeneración exhuberante que pulsa en la naturaleza. En cada uno de nosotros reside despertar primero, y alinear después, la voluntad de vivir hermanados con las otras criaturas, las que mantienen su sabio lazo de amor con Gaia.
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