En otoño volvamos a estar más con nosotros mismos
Ahora que los días se acortan con claridad, anunciando las noches largas del próximo invierno, de nuevo retomo la práctica de la meditación. Esta vez lo hago desde un nuevo lugar dentro de mí, sintiendo con fuerza la importancia de dedicar al menos un rato diario a estar en silencio con uno mismo. Cada jornada las numerosas actividades y los múltiples estímulos de todo tipo nos sacan de contactar con el Ser íntimo que nos mora. Retomo la senda de cultivar la compañía de mi persona, escuchando lo que el cuerpo y la mente dicen.
Inspirado por una lectura de Pema Chödrön ('Los lugares que te asustan'), emprendo entusiasta esta nueva etapa, si bien no hace muchas semanas ya había estado meditando con cierta continuidad. El calorcito del verano, unido a otras experiencias, me alejó un poco de la práctica de la consciencia del ser. Estoy de acuerdo con Pema que meditando, practicamos la firmeza, el vernos con más claridad, el observar la propia agitación emocional así como estar en el momento presente.
Y como otras veces ayuda, aunque no es imprescindible, comenzar el día con un rato de sentarse en silencio, antes de dedicarme a las actividades que seguirán. Luego, trato de mantener el aroma silencioso y despierto en el resto de la jornada, desarrollando mayor atención relajada a mi interacción continua con lo exterior.
Es un camino de peregrinaje, aunque no salgamos a los caminos de afuera. Es algo parecido a la imagen que, antes de ayer antes de sumergirme en la piscina, me sugerían varios jóvenes en el gimnasio corriendo en la cinta mecánica. Uno viaja al meditar, mas no nos movemos del sitio. Prestamos atención a lo que llega, a lo que emerge desde nuestro adentro. Lo recibimos, y seguimos ahí, lo más presentes que podamos.
Meditar es higiene mental, y es también equilibrar nuestro habitual frenesí del hacer con un poco de 'no hacer' o de ser; pero lo que más me llega ahora, es que sentarme a meditar, es reencontrarme conmigo mismo, como si acudiera cada vez al encuentro de un amigo querido, al que echara de menos, y al que me apetece conocer mejor.
Así que me siento, me paro, él me cuenta y yo trato de escuchar con atención, y con amabilidad.
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