Microrelato: 'Tabaco y Chocolate'

   Mientras el verano sigue avanzando; el pasado mes de julio tuvo como novedad un hermoso retiro de silencio en un bello paraje del sur de Asturias. Ya publicaré algo. Como os comenté en un post reciente, vamos a seguir con textos de creación propia; en este caso un relato corto titulado 'Tabaco y chocolate'. Espero que lo disfrutéis.





     "Ese atardecer despejado, después que la tormenta hubo barrido la pradera con inusitada violencia, Jacinto recordaba como había transcurrido su larga, azarosa vida.
   Recorrido todo él por una súbita calma, exclamó preñado de lucidez: 'Ah carajo!' -al tiempo que su arrugado rostro dibujaba una amplia sonrisa-, 'En eso consistió todo. Todas esas vueltas, revueltas y culebrones en mi vida, y la importancia con la que me tomé todo.'
   Calló. respiró hondo, y luego, elevando la voz, dijo: 'La pendeja tormenta los hizo desaparecer de golpe. No volverán.'

   Encendió con grácil parsimonia su gastada pipa, que había heredado de su abuelo, y éste del suyo. Mientras 'se lo conversaba' con el tabaco como quien habla a un viejo amigo, amablemente le hizo un guiño a ese sol que parecía querer llenarlo todo con su inminente canto dorado.
   Observó Jacinto como, con cada bocanada de su anciana boca, partían todos los ratos vividos: Esos lugares hermosos viajados, aquellos costosos éxitos, cada mujer querida y gozada, las innumerables peleas disputadas, los alegres nacimientos de hijos y nietos..

   En un alarde inimaginable de su baqueteado corazón, humildemente sintió como, cada voluta de humo se llevaba, uno a uno, todos sus apegos humanos. Y, poco a poco, le fue inundando una inmensa sensación de libertad: total, plena.. que le hizo experimentar por primera vez en su vida, que todo estaba bien.

   Saboreó cuanto pudo esta paz, cuando de repente su estómago rugió, cual amante enamorada echándole terriblemente de menos. Sin prisas Jacinto, don Jacinto el chocolatero como gustaban de llamarle cariñosamente sus amigos, se levantó. E hizo lo que mejor sabía hacer: se preparó un chocolate negro, bien caliente y bien dulce.

   Minutos después, sentado en el porche, lo disfrutó como si fuera la primera vez. Una brisa juguetona brincó coqueta a su alrededor, despeinando la hierba cercana. Justo en ese momento, el astro rey se ponía majestuoso sobre el horizonte.
   Jacinto apuró con deleite el chocolate. Supo que era el último. No importaba, se entregó por completo al gozo que le embargaba. Entornó sus bellísimos ojos verdes sonriendo hacia poniente.
   Y marchó."

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