Vivir tratando de planificar lo menos posible, de agarrarse a las menos seguridades, para poder confiar cada vez mas en la vida. Dejarle a ella que venga como venga, que sea ella quien nos proponga. Tratar de hacer las menos preparaciones y reparaciones en lo que acontece, practicar la aceptación que nos permita disfrutar más y mejor. Asumir con total sinceridad y descubrir que mecanismos internos están bloqueando el Sentir, y el Gozar.

 En cambio, lo habitual que encontramos es que nos proponemos casi constantemente desafíos que nos dan trabajo, que nos tensan. Volver, en fin, a tratarnos con inocencia, dulzura y amabilidad. Reconocer como no necesarios la exigencia y el perfeccionismo. Y después, hacer lo mismo con los otros.

  Se requiere escucha con uno mismo, para reconocer con claridad desde donde nos surgen la toma de decisiones sobre los asuntos importantes en la vida. Llegar a vislumbrar los programas inconscientes que gobiernan el pilotaje de nuestra vida. Mirar estos patrones -a menudo heredados a través del árbol familiar-, con sinceridad y aplomo, de forma compasiva, al tiempo que no permitir, una vez vistos, que sigan gobernando nuestra existencia.

  Y ser capaces, llegado el momento, de tirar por la borda del navío, con ligereza y agradecimiento, aquellas referencias o guías que dirigieron nuestro vivir, que ya cumplieron su función, y ya no son necesarios. Seguir permitiendo que continúen igual que antes, nos llevaría a encrucijadas estancadas, a situaciones conflictivas, por no haber prescindido de esos valores que ya no sirven al viaje del alma.

  A menudo ese vaciarse incluye a espacios o personas hasta ahora bien cercanas o importantes. La relación cumplió su cometido espiritual -aunque sigamos sin ser conscientes de cuando se acordó eso- y ahora toca caminar diferente, bien solo o con otras compañías; para seguir despertando, para seguir disfrutando. En pos de los cometidos reales para esta vida, aquellos que nuestro 'yo superior' sigue transmitiendo desde lo Eterno a través de la grandeza impecable de nuestro Corazón.

  Y despedirse entonces en actitud de sincero agradecimiento por lo vivido, lo compartido juntos hasta aquí. Y soltar, soltarse. Seguir creciendo en confianza hacia la vida, hacia lo nuevo. Dejándonos sorprender por la maestría infinita de la Vida, abriéndonos totalmente, vulnerablemente, para recibir las infinitas Bendiciones que están por llegar.

Gracias. Feliz tarde soleada de marzo.

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