REGRESO AL HOGAR: Los distintos Caminos del Alma para retejerse

 Hola: Han transcurrido 28 meses desde la última vez que publiqué en este blog. Enlazando con aquel post, es evidente que la distopía sigue creciendo en nuestra querida, vapuleada sociedad humanita. Pero no, no vuelvo para escribir sobre eso. Tal vez otro día. Lo que hoy quiero compartir con vosotros es sobre mi regreso a este blog. Hace dos años estábamos inmersos en una mudanza que -aunque dentro de la misma localidad- tuvo más enjundia de lo esperado y me trajo, en lo personal, desafíos y aprendizajes de notable calado. Después de 2022, al que puedo considerar un año de estar en boxes, en 2023 volví a escribir relatos cortos, y también de febrero a septiembre compartí aquellos relatos anteriores -escritos a finales de 2020 y otros que vinieron al año siguiente- con unas amistades. Este compartir me ayudó a revalorizar mis 'hijos literarios', al reconocerlos socialmente de alguna manera. Es cierto que sigo 'algo fregado o fajado' con lo de publicar. Por ello, en el periplo iniciado en noviembre último, se redujo drásticamente el número de 'oyentes' que me siguen, ahora con los relatos nacidos desde junio pasado. Con todo, les agradezco en el alma estar allí, mientras me aclaro con la vida para hallar la ruta hacia el exterior. De momento, sigo leyendo y sigo escribiendo, más que nunca tironeado por esta musa intuitiva y díscola donde las haya, tan distinta de mi personalidad seria y ordenada (gracias a Dios...).
   Este tiempo de barbecho con el blog, he estado bien ocupado con el mundo sistémico (el hijo, los hermanos, la madre mayor, las constelaciones F., etc.). Haciendo un grácil juego de palabros, puedo afirmar que porque "existe-mico, descendemos del mono". Hoy más que nunca rindo evidencia a la infinita escalera transgeneracional, con todas sus bendiciones y sus cargas, con sus lealtades invisibles que nos zarandean, y con las infinitas posibilidades de vivirnos mejores a partir de reconocer a quienes nos trajeron al mundo, dándonos la vida. Nos reflejamos en padres, abuelos y lejanos ancestros como en la piedra mica, con sus finas láminas superpuestas unas a otras. Somos meros micos, primates que nos hacemos plenamente humanos cuando reconocemos sentida-mente nuestra pertenencia al Árbol, nuestras Raíces.
 Allá cuando se anunciaba el otoño de 2017, surgieron estos versos: 

'Más allá del incierto peso / que deja el pesaroso linaje/ con su rancio abolengo/ y su mucho suspirar,/ existe un Campo./ Allá te encuentro./ No te inquietes corazón mío,/ eres mi mejor presente,/ la fuel morada/ donde me prevengo./ Sopla viento del ocaso/ barredor de prietas cadenas,/ tráeme aire fresco de tu colmena./ Al pasado no haré caso/ ni al cruel fierro/ del cansado vagar,/ por tanto secreto la familia/ bajo tierra guardar.'
 
 Transcurrido todo este tiempo, y con el trastoque del mundo tras el 20-20, ahora me doy cuenta que detrás de las cuentas pendientes familiares, el linaje y el Campo son lo mismo. Y que las apretadas cadenas sólo responden a la propia necesidad, aún no satisfecha, de la plena pertenencia al árbol de los ancestros. Para dejar de vagar y de suspirar, hay que permanecer y conspirar (respirar juntos). De esta manera el pasado comienza a pesar menos. Puede que, dentro de otros 66 meses, alcance a vislumbrar un poco mejor el sentido debajo de la tierra familiar y dentro de los huesos ancestrales. 
   Por el momento, escribo relatos, os cuento historias y me las cuento a mí. Hemos vuelto al-hilo-de-seda. Como la Abuela Araña, seguimos retejiendo juntos las costuras del alma viva.



Hace más de medio siglo el proyecto de cuentero ya sonreía, aún lo hace

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