La ciencia de la vida: Ayurveda
Hace tiempo que me rondaba el impulso de acercarme a estudiar y resentir de cerca la ciencia hindú de la salud del Ayurveda. Parece que ahora, tras haber conocido a dos personas que llevan tiempo dedicados a ella, algunos hilos dela telaraña vital se tensan para vivir esta experiencia. He empezado por adquirir un libro sobre el tema escrito por un hindú que tiene buena pinta, y ahora estoy adentrándome de a poco en este asunto. Hay también un blog por ahí que parece interesante (ver ayur-tridosha.php). Siento estar iniciando una nueva navegación en los mares de mi vida.
Mahmoud el duende que nos orienta en el viaje de nuestro destino
Con todo, siento que lo realmente interesante al iniciar un nuevo campo de estudio, es la aventura que en paralelo comienza de propio autoconocimiento. Surgen nuevas preguntas, a menudo desde el campo de los síntomas que llamamos 'enfermedad'. Una parte nuestra, la cultural, nos urge a suprimir lo incómodo de aquellos. Queremos a toda costa que lo que nos duele o limita desparezca cuanto antes. No solemos dar cabida al desafío que viene junto con estas preguntas, como nuevo viaje hasta tierras lejanas, llenas de sorpresas.
El viajero que mora en mí, acepta con agrado el horizonte que se abre delante. Aún en días como hoy, donde al parecer mi energía del agua (vejiga y riñones) tiene la parte inferior de mi espalda congestionada, restándome movilidad, puedo resentir que hay capas de información de la vida que parecen mostrarse accesibles por vez primera. Se hace tiempo que la enfermedad es maestra de vida, que si podemos aceptarla como compañera, nos dará buenas enseñanzas, aún en medio de su amargor (por cierto el enfoque ayurveda valora mucho este sabor dentro de la búsqueda del equilibrio vital).
Me doy cuenta que, desde el 'lugar' donde me hallo ahora, no puedo contestar esas preguntas, ya que tengo que hacer la travesía por el desierto, o por la selva. La certeza de que un nuevo viaje interno se requiere, me da serenidad; de alguna manera, todo lo vivido hasta ahora me ha conducido hasta este cruce de caminos para encarar el nuevo desafío. Y eso está bien.
Miro hacia atrás, a las últimas escenas vividas, y me regodeo en lo gozoso vivido: la visita de mi hijo a casa tras ocho años, el momento plácido y lleno de armonía con la mujer que comparte mi vida, el avance en los logros del voluntariado comunitario, la estabilidad del entorno laboral aún en medio de incidentes incómodos, etc.. También la visita a Toledo hace seis días, me trae un dulce sabor de boca cuando la vuelvo a traer al presente, paladeándola.
Ese lugar exótico donde comimos junto a la Puerta del Cristo de la Luz, tras mimarnos en los baños árabes (habíamos ido a Toledo a celebrar nuestro 10º aniversario), y como despedida de un bonito día la tienda donde encontramos los duende de Pep Catalá (ver http://elfos.com/), más criaturas vivas que muñecos artesanos tan bien creados. Pequeños, geniales seres que te miran profundamente, como eligiéndote, cual Pinochos a punto de hacer revivir su madera gepetiana.
Destilando fina ironía, me viene que cuando no cuidamos la salud, nos vamos acartonando, nos cristalizamos llenos de toxinas por dentro, y perdemos movilidad fluidez por fuera. Pareciera que fuéramos recorriendo al revés el camino de los duendes citados, que se van haciendo más vivos desde que son fabricados, nosotros en cambios a menudo dejamos escapar la chispa del alma, y nuestros ojos dejan de reflejar de alegría de vivir, la maravilla de este viajar.
Ariel nos da energía y vitalidad
Stowny, el duende de la felicidad
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