Unos días por Asturias oriental para despedir el verano

La semana pasada disfrutamos de unos bellos días rodeados por  la agraciada, exhuberante naturaleza asturiana. Nos alojamos en una casa rural en las afueras de Villaviciosa, y desde allí nos movimos realizando caminatas, excursiones en coche y alguna salida playera. Esta vez al final compartimos casa y experiencia con unos amigos de San Martín de Valdeiglesias. La casa estuvo confortable, si bien echamos en falta un trocito de jardín, además de que la carretera a Infiesto pasaba por la puerta.

 Tierra verde y exhuberante en el oriente asturiano



   El buen tiempo que nos recibió el lunes 17 nos animó a irnos a dar un baño por la tarde a la playa de Rodiles, que conocíamos de hace dos años, cuando con los mismos amigos pasamos unos días en Villaviciosa compartiendo el campamento permacultura en familia (Ver post antiguo en Los 8 Calderos, anterior etapa de este blog). Fue un baño corto donde disfrutamos de lo bien que rompen las olas en esa playa.

   Al día siguiente, Esperanza y yo nos alcanzamos con el coche hasta Infiesto y más hacia el sur, donde comienza el parque natural de Redes. Fue una linda excursión, con un paisaje espectacular, pueblos pequeños,  un paseo corto que nos sumergió en lo apacible del bosque. Acabamos comiendo en un barrio de las afueras del pueblo de Pola de Laviana, en un restaurante -casi vacío el martes- donde fuimos estupendamente atendidos; el sitio era muy agradable y lo pasamos bien.


   El miércoles, con el grupo, hicimos una caminata desde la playa de la Isla, bordeando los acantilados y luego adentrándonos en un monte de eucaliptos, hasta llegar a la playa de la griega ya casi en Llastres. Al atardecer, paseamos por este último pueblo, que goza de unas vistas maravillosas desde su parte más elevada. Acabamos el día encargando unas pizzas a la vuelta en Villaviciosa.

Vista de Llastres desde el mirador de arriba junto a una ermita


Candela y Angeles desde el mirador en Llastres
Candela con Manuel


   Al día siguiente, nos movimos por los alrededores de la casa rural, e hicimos parte de una senda con restos de antiguos molinos de agua, en un paisaje casi mágico, y fresquito por la presencia casi contínua del río junto a la senda. Sólo faltaba que hubieramos alcanzando a ver los duendes y hadas, ya que su presencia se sentía en muchos sitios, y los micro paisajes eran de auténtico cuento de hadas.

 Por la tarde, tras una minisiesta reparadora, nos escapamos a la playa de Merón (dirección Tazones y luego Gijón y Argüedo), donde ya hace dos años pudimos aprovisionarnos de cantos rodados preciosos para nuestro jardín y para regalar a amistades que los están transformando en auténticas obras de arte. Primero, me di un rápido baño gracias al neopreno porque hacía fresco a las siete de la tarde. Resultaba espectacular escuchar el sonido de cientos de cantos rodados en el agua cuando las olas se retiraban de vuelta al mar. ¡Gracias madre naturaleza por tan hermosas piedras!




  El viernes, siguiendo el río Sella, entramos hasta León en las primeras estribaciones de Picos de Europa. El desfiladero de Bellos es espectacular. Luego nos desviamos hacia el noroeste, hicimos un paseo corto en medio de una aldea en medio de las montañas, y llegamos hasta la nacional 634 para desde Infiesto subir a Villaviciosa. Al anochecer subimos a visitar a nuestra amiga Teresa y su finca 'Gnomos y hadas de Permacultura' en medio del monte al noreste de la ciudad. Una lechuza nos deleitó con su presencia, y entablamos con ella una breve comunicación, momento muy especial.

   El sábado el tiempo nos regaló un aguacero, que nos pilló saliendo de la playa de Merón (repetimos la escapada piedril), y antes nos habíamos acercado a Tazones de nuevo, ya que celebraban el desembarco de Carlos V, y había ambiente concurrido y puestos de artesanos. En uno de ellos, que vendían azabache del lugar, una mujer nos atendió con generosidad, realmente hacía cosas hermosas, y con encanto. Comimos casi a la hora de la merienda, y luego callejeamos por la Villaviciosa, 'je je'. Nos tomamos un mojito, fuimos a unos columpios donde Candela hizo unas amigitas por un rato, y luego para casa.

   El domingo, mientras Manuel se fue a Gijón en su particular escapada del pelotón ciclista, el resto fuimos a la sierra del Sueve -frente a la playa de Coliunga y Ribadesella-, tuvimos suerte con un sendero que elegimos, que nos llevó encarando la playa a lo lejos hasta un punto que se disfrutaba de ver las montañas de esa sierra y Ribadesella al fondo. Acabamos comiendo de menú en ese pueblo, y luego por la tarde dimos un agradable paseo por encima del puerto. En la playa, una treintena de bañistas surferos se afanaban, esperando pacientes, a que llegara una ola que tal vez les permitiera cabalgar sobre ella unos segundos de gloria.

   De vuelta a casa, el lunes a media mañana recorrimos Oviedo un par de horas, donde compramos nuestra cafetera tamaño familiar (¡estamos enganchados a la malta!), y llegamos al hogar dulce hogar, donde nuestra gata también esperaba con ganas de mimos y amos. En fin, una escapada aprovechadita y con las pilas bien cargadas.. seguro que repetiremos en Asturias.







Sígueme desde tu correo electrónico pinchando en este enlace 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Escocia (III): Entre árboles centenarios y guiños del bosque

A veces hay que parar para luego avanzar más lejos

Los 9 Aromas: Aroma del Noreste (2/9)