Honrando Caminos del Corazón (I): La senda budista

En lo más profundo del invierno, el momento del ciclo anual donde podemos llegar a detenernos y encontrar el reposo suficiente para cerrar ciclos, nos preparamos para 'renacer' con la próxima primavera, para que el deshielo de las aguas de la naturaleza también traigan un movimiento a nuestra vida personal. Inspirados por esta quietud -la 'tiyoweh' de los nativos americanos- iniciamos una serie de artículos para reconocer a las diferentes tradiciones del planeta que han aportado enseñanzas desde el corazón. Estos caminos de conocimiento han contribuido y lo siguen haciendo a que podamos vivir y caminar con belleza por este sagrado lugar, que es nuestra Tierra.



  Son estos días de final del año momentos de celebración y de diversión, más también lo son de reflexionar en el camino que llevamos. Por ello, quiero aportar con estos post, convencido de que nuestra sociedad necesita profundamente que podamos inspirarnos para vivir en buen equilibrio, para que el gozo diario que nos merecemos sea servido en fuentes de mente calmada y bebido en copas de comunicación empática, plenas de presencia. 

  Este primer artículo se acerca a la tradición budista explorando un trabajo que me llamó la atención hace tres años. Ahora, que de nuevo he retomado la meditación diaria, me reencuentro con él, y quiero compartirlo. Se trata del libro 'Enseñanzas del Corazón' de Tarthang Tulku (difundiendo el budismo desde hace más de 40 años), que abre la 2ª parte de su libro con el ensayo titulado "El camino del cambio".


 Empieza así: 'Hoy más que nunca necesitamos de una energía espiritual equilibrada que pueda tornar accesibles a todos los seres humanos las bendiciones de la armonía y la felicidad. Nos hallamos interrelacionados los unos con los otros en una vasta y compleja red de dependencia y, en consecuencia, cada acción tiene efectos significativos de amplio alcance. Los cambios ocurren a gran velocidad y los acontecimientos se suceden con una aceleración desconocida hasta la fecha.
  El vértigo del cambio ha acabado alejándonos de los valores tradicionales que, en el pasado, conferían sentido a la existencia humana y proporcionaban una herramienta para el cultivo interior. El vacío espiritual resultante ha dejado a muchas personas confusas, aturdidas y faltas de aliento para acometer la exploración de su naturaleza profunda.
  Frente a esa situación, la reacción de algunos es negar por completo la validez de los valores internos y confiar exclusivamente en la ciencia y en la tecnología para resolver los problemas que aquejan al ser humano. La respuesta de otras personas, en cambio, consiste en adherirse ciegamente a una figura carismática o a un sistema de creencias. Pero este tipo de respuestas sólo es capaz de brindar una seguridad temporal que, además, va en detrimento de la genuina búsqueda de la verdad. Es por ello que ambos caminos acaban dejándonos con las manos vacías.'

  No puedo dejar de relacionar estas frases con la semana que estamos viviendo de 'resaca electoral', donde siento que muchas personas no se plantean reflexionar sobre los mensajes que 'cuentan' los políticos de turno. Cuando parece, que muchas personas desde el inicio de su edad adulta no han dado importancia a la soberanía personal, ya sea del pensamiento crítico, el autocuidado emocional o la autogestión de la salud, por citar algunos ejemplos, me doy cuenta que el cambio social colectivo será inevitablemente lento.

  Las situaciones que nos generan insatisfacción (dirían los budistas el sufrimiento que viene de apegarse a la repetición de los deseos de todo tipo) pueden también convertirse en trampolín para esa búsqueda genuina de la verdad a la que aludía antes Tulka. No obstante, es misterioso en cada persona qué conjunto de factores deciden llevarnos a la depresión o a la práctica de la meditación.

  Para contribuir a que lleguen a prevalecer las 'revoluciones positivas' en nuestra mente primero, y en nuestro entorno social después, también se precisa de ayudarnos mutuamente. En la senda budista se pone énfasis, tanto en evitar hacer daño a cualquier criatura viva, como tratar de contribuir al bienestar de los demás. 

  Lo que sucede a menudo es, que también los líderes políticos o religiosos saben de este carácter gregario del ser humano, y dedican gran parte de su energía vital a desarrollar estrategias para manipular a las gentes, en vez de contribuir al desarrollo de un individualismo sano que pueda nutrir esta actitud solidaria para con el otro.

  Para evitar esto, es de gran ayuda que el mayor número de personas escojan voluntariamente practicar el arte de estar con uno mismo quieto y en silencio, aprendiendo a escuchar esa voz genuina que a menudo parece oculta bajo la intensidad de pensamientos propios y ajenos, la mayoría sin digerir ni elaborar.

 Comenzar a pasar breves ratos en silencio (la práctica de la meditación sencilla despojada de ropajes técnicos), llega a revelarse útil, no sólo como higiene psicoemocional, sino porque es el camino más directo hacia la soberanía personal. Constituye un medio fiable de practicar la autoconciencia, que llega a convertirse en piedra angular del edificio de nuestra soberanía personal.

   Sin ánimo de comparar, le otorgo rango de igual importancia al aprendizaje de la lectura y escritura, pues ambas (leer-escribir y meditar) son puertas que siempre han permanecido abiertas para que el ser humano vaya en busca de sí mismo, y hacia el aprecio del conocimiento verdadero, que sólo puede significar el aprecio por el cuidado de la vida en todas sus manifestaciones. ¡Feliz Año nuevo!



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