Susurros íntimos bajo la caricia de la luz otoñal
Quiero recorrer el infinito de tu cuerpo sediento de grandezas.. mas cada tarde me encuentra distraído entre la búsqueda de la felicidad y el encuentro de una vida rebosante en su simple estar.. sólo el aroma del silencio se alza majestuoso como horizonte que ampara y da sentido al viaje en estos momentos. Se que al mismo tiempo es un encuentro, trazado hace incontables estaciones, con la intimidad de mi ser. En la paz que somos, más allá de toda marea impulsada por el deseo, el juicio o la ilusión, ahí habita palpitante el corazón.
Ir al encuentro del silencio atravesando el torrente de palabras, pensamientos y acciones que habitualmente ensordece el cauce de nuestro vivir. Todo en esta sociedad nos predispone al bullicio y al estímulo mental: televisión, internet, móviles,.. en fin 'estar conectados' al exterior en cada momento y, sin embargo, cada vez más alejados de nuestro interior. Quien sabe si para evitar llegar a sentir el 'sinsentido' del rumbo que se lleva.
Incluso cuando salimos a la naturaleza, regresamos cargados de preciosas fotos que volcamos en las redes sociales, llevados por el sano impulso de compartir con los demás lo vivido. Siempre ese tiovivo social girando y girando a buena velocidad.
Uno se levanta por la mañana y apenas abrimos los ojos encendemos el ordenador para escribir en este preciado blog, consultamos los últimos whatsup o nos conectamos a la radio. No es extraño que cuando uno se hace el propósito de dedicar un rato diario a meditar o a la contemplación, nos cueste encontrar hueco para ello. Estamos bien entrenados para enlazar tareas varias yendo de un lado a otro, y de una conexión a otra información.
Ahora está entrando el otoño. Mientras se animan las lluvias por regresar para refrescar el ambiente saturado de caluroso estío, los días cada vez más cortos parecen invitarnos para que nos recojamos en el solaz del silencio. Dedicar algún rato a pasear por los recovecos del adentro propio, y revisar nuestras costuras sin ánimo de críticas ni añoranzas.
Tan sólo estar ahí, acompañándonos y aceptando lo que somos.. a ver si por suerte llegamos a cazar un paraje desconocido, quien sabe si un vergel florido o un desierto tórrido, que nos ayuden a contemplar la vida más como es en verdad y no tanto como queremos que sea.
Podemos animarnos a tomar algo de la medicina del sabio oso gris y cultivar introspección en estos plácidos días. O tal vez iniciar una rutina para rehabitarnos por dentro, antes de que el inicio del curso escolar nos sepulte en medio de la marabunta del ajetreo que suele seguir al estrés de las vacaciones.
Y quien sabe, a lo mejor no emprendamos nada, limitémonos a observa nuestra vida como transcurre, donde nos atascamos o donde nos aceleramos. Bajemos un punto la velocidad de nuestra navegación, y pongamos un punto más de calma para disfrutar de la travesía.
Incluso cuando salimos a la naturaleza, regresamos cargados de preciosas fotos que volcamos en las redes sociales, llevados por el sano impulso de compartir con los demás lo vivido. Siempre ese tiovivo social girando y girando a buena velocidad.
Uno se levanta por la mañana y apenas abrimos los ojos encendemos el ordenador para escribir en este preciado blog, consultamos los últimos whatsup o nos conectamos a la radio. No es extraño que cuando uno se hace el propósito de dedicar un rato diario a meditar o a la contemplación, nos cueste encontrar hueco para ello. Estamos bien entrenados para enlazar tareas varias yendo de un lado a otro, y de una conexión a otra información.
Ahora está entrando el otoño. Mientras se animan las lluvias por regresar para refrescar el ambiente saturado de caluroso estío, los días cada vez más cortos parecen invitarnos para que nos recojamos en el solaz del silencio. Dedicar algún rato a pasear por los recovecos del adentro propio, y revisar nuestras costuras sin ánimo de críticas ni añoranzas.
Tan sólo estar ahí, acompañándonos y aceptando lo que somos.. a ver si por suerte llegamos a cazar un paraje desconocido, quien sabe si un vergel florido o un desierto tórrido, que nos ayuden a contemplar la vida más como es en verdad y no tanto como queremos que sea.
Podemos animarnos a tomar algo de la medicina del sabio oso gris y cultivar introspección en estos plácidos días. O tal vez iniciar una rutina para rehabitarnos por dentro, antes de que el inicio del curso escolar nos sepulte en medio de la marabunta del ajetreo que suele seguir al estrés de las vacaciones.
Y quien sabe, a lo mejor no emprendamos nada, limitémonos a observa nuestra vida como transcurre, donde nos atascamos o donde nos aceleramos. Bajemos un punto la velocidad de nuestra navegación, y pongamos un punto más de calma para disfrutar de la travesía.
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