'Oyate wamanyancapo chanupa wakassa'
Nos tomamos un momento de descanso en el quehacer cotidiano, en ese querer mejorar nuestra vida, proponiéndonos nuevas metas y logros. Salimos al jardín de casa, a ese rincón acogedor que tan bien sabe recibirnos. Nosotros también le queremos. La temperatura aguanta aún amable y se muestran las familias de verdes en las plantas compañeras.
Sacamos la pipa -cual chanupa sagrada de tradiciones bien antiguas-, portada con aprecio, tratamos de usarla con gesto impecable que nos abre al encuentro de uno mismo y del resto de la vida. Sólo sabemos que somos más nosotros cuanto más cuidamos todo lo que nos rodea: 'Mitakuye Oyasin'. (Ver hoy.com.do/por-todas-mis-relaciones ).
Algunas veces ritualizamos el sencillo momento, invocando a las direcciones cardinales y sus guardianes. Si estamos inspirados, tocamos el pandero chamánico y entonamos algún cántico, bien espontáneo o aprendido (ver /cantos ). Lo hacemos para agradecer, para soltarnos, disfrutando de tener salud y de la belleza de la vida.
Otras, las más simplemente colocamos la mezcla de tabaco con hierbas medicina de casa en la pipa, y al encender el fuego, nos adentramos en un sencillo espacio de quietud que, aveces, lo es de estrecho compartir entre los dos. Otra manera de querernos, cálidamente cercana.
Hay veladas que nos contemplan transportados por la pipa a un pasaje meditativo, hermanados con el jardín y sus habitantes silenciosos. A veces, nuestro anciano gato Lucas regala su compañía, a él también le gusta frecuentar el rincón de los sillones junto al bambú, y protesta cuando le disputamos el asiento.
Entre bocanadas de humo consciente, tal vez llegue a apartarse la mente juzgadora y, descansando por unos instantes, de paso al alegre corazón. El todo lo acepta, con todo se hermana. Más allá de tópicos, siento al tabaco como puente al Espíritu, al Misterio que todo lo envuelve. Una manera sencilla de dejarnos abrazar por la serena y apasionada canción de la vida.
Cierto, es un viaje externo de pocos metros, más puede transportarnos bien lejos en el sin fin del adentro, a partes profundas, quién sabe si desconocidas de uno mismo íntimo. Entonces paseamos por él, sencillos y calmados, para tal vez estar por fin un rato en nuestro verdadero hogar.
Algunas veces ritualizamos el sencillo momento, invocando a las direcciones cardinales y sus guardianes. Si estamos inspirados, tocamos el pandero chamánico y entonamos algún cántico, bien espontáneo o aprendido (ver /cantos ). Lo hacemos para agradecer, para soltarnos, disfrutando de tener salud y de la belleza de la vida.
Otras, las más simplemente colocamos la mezcla de tabaco con hierbas medicina de casa en la pipa, y al encender el fuego, nos adentramos en un sencillo espacio de quietud que, aveces, lo es de estrecho compartir entre los dos. Otra manera de querernos, cálidamente cercana.
Hay veladas que nos contemplan transportados por la pipa a un pasaje meditativo, hermanados con el jardín y sus habitantes silenciosos. A veces, nuestro anciano gato Lucas regala su compañía, a él también le gusta frecuentar el rincón de los sillones junto al bambú, y protesta cuando le disputamos el asiento.
Entre bocanadas de humo consciente, tal vez llegue a apartarse la mente juzgadora y, descansando por unos instantes, de paso al alegre corazón. El todo lo acepta, con todo se hermana. Más allá de tópicos, siento al tabaco como puente al Espíritu, al Misterio que todo lo envuelve. Una manera sencilla de dejarnos abrazar por la serena y apasionada canción de la vida.
Cierto, es un viaje externo de pocos metros, más puede transportarnos bien lejos en el sin fin del adentro, a partes profundas, quién sabe si desconocidas de uno mismo íntimo. Entonces paseamos por él, sencillos y calmados, para tal vez estar por fin un rato en nuestro verdadero hogar.
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