Escocia (y IV): Edimburgo, ciudad medieval en su modernidad, imán para españoles

El domingo 31 mayo, tras pasar unos ratos en medio de verdes paisajes, ns encaminamos hacia Edimburgo, donde terminaríamos el viaje, de manera más tranquila y confortable. Nuestro hotel -muy recomendable, el Novotel- se hallaba muy céntrico, lo que nos permitió aprovechar bien el tiempo para disfrutar de la ciudad vieja y sus edificios con sabor medieval, cuidados y bonitos.

 Uno de los muchos edificios con sabor a medieval en la ciudad


 Paseando por el centro de la ciudad vieja


Una tienda de artículos de lana

  Salimos de Gartmore en dirección a Stirling, sólo que antes hicimos una parada para ver el precioso castillo de Doune, y en el pueblo almorzamos estupendamente. Pueblo pequeñito, muy cuidado y agradable. El castillo tiene sabor medieval auténtico y está muy bien conservado y restaurado. Después, ya en Stirling disfrutamos de unas compras improvisadas en una tienda de segunda mano de ropa -de buena calidad- de una fundación de salud para el corazón. Paseamos por sus calles, pero no fuimos al castillo, porque sólo aparcar costaba ya 4L. No nos acercamos al monumento Wallace, que vimos desde lejos, porque preferíamos llegar antes a Edimburgo y pasar de aglomeraciones en pleno domingo. Stirling nos pareció un lugar bonito, al que merece la pena echar un rato.

 A la entrada del castillo de Doune



 Detalle del patio dentro del castillo



Una puerta cuidada en el pueblo de Doune



Monumento a Wallace al principio de la C/Mayor en Stirling


   En Edimburgo, tras alojarnos en nuestro hotel, dimos un paseo y fui a comprar un bañador para poder disfrutar de la piscina y el baño turco que teníamos en el hotel. Dedicamos un rato luego a pasear por la calle mayor o Royal Mile, que nos tendría bien entretenidos hasta nuestra partida. El lunes fue el día de descansar del coche y de dedicarnos a hacer compras y regalos. Por eso, apenas recorrimos la ciudad, cosa que haríamos la mañana del día siguiente antes de partir para Madrid. Edimburgo es hermosa en su sencillez, llena de contrastes de una ciudad moderna y alegre, acogedora y con muchas notas de ciudad medieval.

 Paseando por la pradera al sur de la ciudad vieja

 Detalle de un edificio de la ciudad

Bajando desde el castillo

  Al final, uno se lleva un buen sabor de esta ciudad, que cuenta con atractivos espectáculos callejeros, al mejor estilo de una París, así como con edificios señoriales de la talla del castillo de Edimburgo. Disfrutamos de un café exótico en un tranquilo lugar en la Royal Mile, tras acabar las compras, mientras dejábamos pasar uno de los muchos chubascos tiernos que continuamente bañan la ciudad, donde nos contaron que no pasan en verano de los 20º. ¡Menuda sorpresa dejar ese fresquito de 14º, y llegar al anochecer a Madrid, y encontrarla seca y casi polvorienta, superando el termómetro la treintena! Eso es lo que tiene viajar.

El castillo de Edimburgo en lo alto

Nos llevamos una sorpresa con un grupo bien talentoso
 cantando a capella en plena calle, ¡ni la lluvia les paró!

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Claro que podemos?

Escocia (III): Entre árboles centenarios y guiños del bosque

49. El Retorno de la luz ( 49/50)