36. Sueños dentro de sueños (36/50)


      ‘La venda tapándole los ojos no le impedía saber donde estaba. Ella lo sabía bien. Notaba aumentar el viento en su rostro. Se iban acercando al borde del precipicio. No serviría de nada forcejear -con las manos atadas, y rodeada de hombres mucho más fuertes que ella-, haría mejor en serenarse. Como pudo, tomó una respiración honda y, al soltar el aire, le vinieron de golpe numerosas escenas de su vida. Por unos instantes le abrumó el peso de la responsabilidad, de tanto que quedaba pendiente; pero ya no podía hacer nada al respecto. Mara Jones sintió latir con fuerza su corazón. Al menos, no les daría el gusto de oírla gritar ni lamentarse. Les enseñaría como se muere con dignidad.’

  Se levantó hacia la cocina, tras cerrar el guion. De todas maneras, el final no pintaba bien para la protagonista. No sabía si realmente le apetecía hacer otra película de acción; estaba ya un poco harta de ello. Tras más de veinticinco años en la profesión, anhelaba algo diferente. Ya no disfrutaba con este tipo de películas: Emocionantes sí; pero demasiado planas, previsibles. Y qué decir del trabajo. Las pesadas semanas de estudio del guion, meterse dentro de la piel del personaje y luego la tremenda fatiga de las semanas del rodaje; teniendo que aguantar todo tipo de incomodidades, además de las manías del director de turno.

  Algo en el cuerpo le dijo que rechazara la propuesta. Sin verlo del todo claro, sólo con acariciar esta idea, se sintió mejor. Ahí estaba el meollo del asunto: Ya no disfrutaba interpretando así. La memoria le devolvió a sus tiempos del instituto y sus primeras experiencias en el teatro. Realmente le apasionaba, le gustaba sentir cerca al público. Las sensaciones al actuar en directo eran muy físicas; cada función le sacaba emociones diferentes. Era eso lo que necesitaba rescatar en estos momentos de apatía, de desmotivación.

  Había tenido demasiado tiempo para pensar. Mucho tiempo, desde que cesaron de trabajar los meses de atrás a causa de la pandemia por el covid. Ahora todo parecía volver a funcionar –aunque se notaba claramente como el sector se había trastocado por completo-, pero los efectos del tsunami sanitario habían producido muchas bajas. Y ella, Inge Lemans, no era una excepción. La pretensión de normalidad por parte de algunos productores e intermediarios a ella le estaba irritando en grado sumo.

  Decidió dedicar la tarde a pintar mandalas. Se relajaría y pasaría un rato agradable. Aprovecharía para escuchar música tranquila, jazz o algo similar. Estuvo hojeando un rato entre sus cuadernos y material para elegir algún dibujo. Entonces dio con unos apuntes que alguien en el trabajo le había pasado hacía un par de años; entonces apenas reparó en ellos. Trataban de geometría sagrada, y en especial, le llamó la atención uno. Estaba formado por diecinueve circunferencias entrelazadas, inscritas a su vez dentro de una doble gran circunferencia. Se llamaba ‘La Flor de la Vida’. El nombre le resultó curioso, incluso bonito. En los apuntes había unas instrucciones de cómo dibujarla, había que seguir los pasos en orden correcto. Tomarse su tiempo, sin prisas.

  Inge se puso cómoda. Abstraída por lo que acaba de leer, se olvidó de poner música. Se encontraba a gusto en silencio. Sobre una cartulina blanca dibujó en el centro el primer círculo; luego con la misma apertura de compás hizo el segundo. Se quedó unos instantes observando la imagen –conocida en la tradición ancestral como la ‘Vesica Piscis’-, inmensamente bella en su simplicidad. Sin saber bien por qué, se llevó la mano al pecho para sentir el latido de su corazón. Y este gesto, tan sencillo, le dio una gran sensación de paz. Se sintió recibida por ella misma, por su esencia. Permaneció así unos segundos, inmóvil, en estado de éxtasis, de felicidad plena.

  Luego, retomó el ejercicio. Siguió dibujando los círculos uno a uno, de forma totalmente consciente. A medida que emergía en la cartulina el diseño de la flor de la vida, ella fue percibiendo con absoluta nitidez como era otra persona dentro de ella la que pulsaba, la que sentía en total presencia. Distinto, pero similar a ella cuando se metía dentro de un personaje de cualquier película, hasta hacerlo propio. Eso era: Un sueño dentro de otro sueño.



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