40. ¿Unidad en la natura o golpe de calor? (40/50)

 

     Me giro hacia el otro lado de la cama, buscando la luz del sol colándose entre las cortinas. Tras varios días de lluvia y cielo nublado, siento alegría en esta mañana despejada. Aún dentro de las sábanas calientes, me estiro; sonrío y me enfoco en este nuevo día, en las bendiciones que traerá. Estoy vivo. Después de lo ocurrido este año, no es poco.

  Los pensamientos del despertar quedan atrás. Minutos más tarde, el hombre ya se ha vestido. Se toma una bebida bien caliente y come algo de fruta. Abre un poco la ventana, y con un silbido bien aprendido, llama a Rigel y Vega sus perros pastores. Le responden con ladridos suaves y van hasta la puerta de la casa a esperarle.

  Ander se calza sus botas de montaña, coge el chaquetón y el gorro, y sale a la calle. Puede respirar el aire bien limpio, fresco, nota como le despeja. Luego, sale a buen paso seguido por sus fieles compañeros. Baja varias calles hasta llegar al bonito edificio de tejas rojas y la torreta curva de la chimenea. Llama al timbre de la puerta del jardín, a los pocos segundos le contesta una voz aguda, de timbre agradable: “Espera, bajo ya mismo.”

  Al poco rato, sale por la puerta la esbelta figura de una joven, luciendo un atractivo abrigo de color rojo. Él se la queda mirando unos segundos, sorprendido: “¡Caray, sí que te has puesto guapa esta mañana!” Ella le da las gracias por el cumplido con una hermosa sonrisa y se le coge del brazo. Juntos, bajan andando hacia las afueras del pueblo. Divisan la fresneda junto al río, pasan por el puente viejo y continúan hacia las colinas en el sur. Los perros van y vienen hasta ellos, contentos persiguiendo lo que se mueve.

  Es un día luminoso de diciembre, la situación de la pandemia va suavizándose en apariencia, de cara a que tengamos unas Navidades en paz. Bueno, podemos creer esto o cualquier otra cosa. Cada cual que elija ver lo que más paz le dé.

  Al llegar a la pradera, ella se queda muy quieta. “Silencio Ander.” “¿Qué pasa Marina?” contesta él en bajito. “Mira delante sin moverte. A unos cien metros, un ciervo macho. Extrañísimo verlo tan cerca del pueblo.”

  “Bueno si piensas que la pasada primavera los animales salvajes llegaron a meterse hasta en las ciudades, esto de ahora es casi normal.” le recuerda Ander.

   “Lo que tu digas”-le dice ella-“Pero lo que me llama la atención es su manera de encararnos, le siento tranquilo. Vamos a acercarnos despacio.”

  Los dos jóvenes se van acercando al animal, sin hacer apenas ruido. Cuando lo tienen relativamente cerca, a Marina la visión del ciervo parece transformarse; se vuelve como luminosa, incorpórea, dejando ver el paisaje detrás a través de él.

  “¡Qué extraño, parece estar desapareciendo como si perdiera solidez!-exclamó sorprendida Marina- “Pero, espera Ander… Siento algo más, como si en mi cabeza se esté grabando ahora la imagen del ciervo y no sólo eso, también me estoy conectando con lo que siente el animal… Estoy dejando de pensar como Marina humana, y empiezo a percibir el bosque como parte de mí. Da miedo, pero es super emocionante y además…”

  La joven no pudo continuar hablando. De repente se desmayó; Ander la cogió a tiempo de que Marina no se golpeara en el suelo, pues el cuerpo de la mujer cayó a plomo.

 Pasaron varias horas; Ander estaba preocupado porque Marina no volvía en sí. Pero cuando le tomaba el pulso, lo notaba normal y seguía respirando. Decidió seguir velándola, dándole calor con su cuerpo, sin moverse del sitio.

  El sol comenzaba a declinar cuando ella abrió los ojos: Su mirada limpia, llena de ternura, lo dijo todo antes de poder hablar.

  “Ander es maravilloso, ¡Qué regalazo acabo de vivir! Si supieras como se siente la naturaleza desde dentro del ciervo. Con razón le llaman el ‘Príncipe del Bosque’. Todo lo cuida, está conectado con tantas criaturas a la vez.”

  El joven le escuchaba pero no entendía nada. Se alegró de que volviera a estar consciente. Por lo demás, Marina siempre había sido fantasiosa. Tal vez le había dado un golpe de calor. Ambos se alejaron de la pradera junto al bosque de regreso al pueblo.

Ah, por cierto, Ander es ingeniero forestal. ¡Majete, amante del monte, pero muy racional!



 

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