42. Deseo que haya llegado al mar (42/50)

      Agosto de 1993. Un niño camina por la vereda paralelo al río. Se le ve distraído. Divisa un puente a unos metros, y corre para llegar hasta él antes de que el barco de papel pase por debajo, arrastrado por las aguas. Desde lo alto, lo contempla. La aparente fragilidad del barco le sorprende con su vigor, luego se pierde a lo lejos.

  “¿Hasta dónde llegará en su viaje? –Jerónimo Vélez se pregunta ensimismado- “¿Alcanzará el mar, o será varado antes en cualquier hostil recodo del río?, ¿Y qué amistades, qué lugares conocerá a lo largo de su navegación?”

  Lanza las preguntas al aire, y éstas se van perdiendo lejos del puente, siguiendo la estela dejada por el minúsculo buque de papel. Preguntas de un crío de apenas 8 años, todavía un niño; un niño que acaba de perder a su padre reportero que no volvió de aquel lejano país en guerra.

  En las preguntas que siguen al barco, se palpan las incertidumbres de la propia vida de Jerónimo ahora. ¿Cómo navegar sin el referente del patrón junto al timón? ¿Qué modelo seguir para atreverse un día no muy lejano a vivir sus propias aventuras lejos de casa? Pero son preguntas ahora imposibles de responder, y el niño regresa a casa.

  Julio de 2020. Hay ambiente de celebración en la casa. El cabeza de familia cumple hoy treinta y cinco años. A pesar de haberse levantado las restricciones del confinamiento estricto de primavera, la nueva normalidad no engaña a nadie. Y en casa de Jerónimo Vélez, apenas se reúnen unas pocas personas allegadas. Asistimos en estos momentos al momento siempre mágico de soplar las velas de la tarta. Las treinta y cinco velas encendidas ondean cual velas de un navío surcando el mar a toda velocidad.

  Rodeado de sus seres queridos, hoy en especial le viene a la memoria aquella escena de su infancia ocurrida tiempo atrás. Tal vez, porque los infortunios ocurridos este año con el covid rememoran otras heridas antiguas, y las cicatrices se vuelven sensibles y la memoria despierta.

  Alba, su hija de seis años le dice: “¡Papá tienes que pedir un deseo!” Jerónimo cierra los ojos, y vuelve a verse sobre el puente, contemplando alejarse al barquito de papel. Entonces mentalmente pide: “Que haya llegado al mar, recuperando a su capitán por el camino. Padre, te echo de menos.”

 


Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Claro que podemos?

Escocia (III): Entre árboles centenarios y guiños del bosque

49. El Retorno de la luz ( 49/50)