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Mostrando entradas de noviembre, 2020

30. Balada triste del león oveja (30/50)

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       “¡Basta Ya! No lo aguanto.”      Su aullido descarnado lo decía bien claro. Estaba cansado de llevar esa vida tan perra. Atado a tan corta cadena y en tan larga condena. No había hecho méritos –o eso creía- para ser abandonado en esa casa solitaria, recibiendo un pienso diario a cambio de vigilar la propiedad de los otros . Pues no, a él esta tarea no le parecía nada apropiada. Se le erizó el pelo, al escuchar como respondían desde los cuatro puntos cardinales otros angustiosos aullidos, tan similares al suyo. Y entonces lloró. Era tarde.     Apenas podía recordar los acontecimientos enlazados desde aquel 2020, que le habían conducido a este lamentable estado. Veía claro por fin, como cuando pudo defender su libertad, no lo había hecho. Atrincherado tras los últimos despojos de su zona de confort, no quiso escuchar lo evidente. Prefirió seguir adormecido, como la levadura artificial incapaz de fermentar el buen pan. Hizo como que miraba a otro lado, cuando el estado policial

29. 'Hágase tu voluntad' (29/50)

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            Por un momento su mente trató de volver a alguna escena pasada, donde su cuerpo yaciera largo tiempo inerte. Tumbado en la playa tomando el sol o enfermo en cama hacía ya más de veinte años. Los sarcófagos no eran muy de su gusto. Llegado el momento, echaría mano al fuego. Volvió al ahora. Era preceptivo no moverse para que las agujas hicieran su fino trabajo sin incomodar. Esta vez Adolfo se había dedicado bien. La acupuntura era agradecida para el cuerpo etérico cuando el físico se aquietaba siendo apartado del tiempo. Afuera llovía con persistencia, tras dos semanas de días soleados en un noviembre casi primaveral. El agua parecía hablar, expresarse con húmeda amabilidad. Después, ya en casa, volvió a hojear los escritos de enero pasado, aquellos preparados para compartir la velada poético musical del 18 de abril. No llegaron a ver la luz –como tantas cosas este año covidiano-; pensó en mostrar alguno a Erica luego. Hoy ella nos dejaba.     Tantas experiencias sin lleg

28. Más allá, la vida (28/50)

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        El alazán negro galopaba atravesando la pradera. Los truenos sobre su cabeza de la tormenta recién desatada la espoleaban enérgicamente. Sentía el vigor al golpear con fuerza sus cascos sobre la tierra. A lo lejos, la vista del bosque acercándose por momentos hasta la silueta equina, ofrecía un contrapunto al animal en medio del espacio abierto. Como queriendo poner límite a esa imagen de poderosa, desbocada libertad.   Despertó de su sueño. La cabeza le pesaba por efecto de la potente medicación. Durante unos efímeros segundos paladeó la sensación de libertad de ese caballo. Sintió que, en el fondo, su espíritu seguía siendo indómito, poderoso y, sobre todo, libre. Pero, al mirar a su alrededor, cuando recuperó por completo la conciencia de vigilia, ella se encontró de nuevo con la habitación gris y neutra donde la mantenían encerrada en el centro penitenciario psiquiátrico de la Xunta.   A la espera de la primera vista del juicio, le habían ingresado cautelarmente en ese

27. La magia de compartir (27/50)

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       Lo sobrellevaba. Atenazada por esa presión en el pecho, se esforzaba cada día en seguir adelante y olvidar. Sin embargo, tenía grabada la imagen de su amiga Estefanía llorando, cuando le llamó contándole la muerte de su tío. Stefi estaba destrozada, llevaba días sin poder dormir. Le dijo que, en sueños, se le aparecía la cara de su tío Abel, diciéndole que se encontraba bien y que ella estuviera tranquila. Pero no podía, la marcha de Abel había abierto un pozo muy hondo en la vida de Estefanía. Les echaba mucho de menos, a él y a su madre.   Nekane le comprendía. Un curso complicado éste, faltando mucho a clase; haciendo esfuerzos por recuperar exámenes y aparentando estar bien para no preocupar a sus padres. No teniendo nadie con quien poder hablar de verdad. Poder compartir el agobio que había en el mundo con tanto miedo por el virus y tantas cosas que ya no podían hacer. A veces, en medio de una clase, su corazón partía a galope, latiendo tan fuerte, como queriendo salir de

26. Entre gente maravillosa (26/50)

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           La fuente salpica su canto sereno en medio del parque. Los chorros de agua se elevan con gracia y fuerza, como compitiendo quien será el primero en llegar hasta el cielo azul. Cada mañana después de comprar el pan, la anciana atraviesa veredas y jardines para disfrutar un rato de su compañía; sentada en un banco cercano, cierra los ojos y deja que su mente vuele lejos, lejos de su cuerpo envejecido, baqueteado por innumerables experiencias pasadas.   Rememora, sacudiendo telarañas en su cabeza, aquellos sábados de bailes de tangos en su Buenos Aires natal. De joven, le encantaba salir a bailar, recibiendo piropos de los muchachos y riendo junto a sus amigas. Le hacían olvidar los esfuerzos de toda la semana, acarreando cajas de frutas y verduras en el mercado. Más tarde, vinieron los años de casada, al principio felices y luego desgraciados. Pero todo lo fue sobrellevando, y todo fue pasando. Cuando enviudó, a los 45 años, decidió viajar hasta París. Allí conocería a Berna

25. Cerveza, guitarra y demás familia (25/50)

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       Su amigo ayer se lo había asegurado. La inversión era prometedora. A medio plazo, las criptomonedas se convertirán en la inversión más fiable para aumentar los ahorros. Él ya venía oyendo noticias al respecto los últimos meses; y ahora, con el confinamiento por el Covid19 y la consiguiente radical reorganización de los sectores empresarial y bancario, no cabía duda de que el dinero -como lo habíamos conocido- iba a cambiar, y mucho.   Cerró su portátil, y se restregó los ojos, como tratando de aclararse lo que no veía nada claro. Todavía le coleaba la marea de emociones que el cierre de la venta de la casa paterna había tenido una semana antes. Llevaba años sin encontrarse con todos sus hermanos. Inevitablemente, hubo tensión, algún que otro reproche velado y, sobre todo, sintió como se le recriminaba su ausencia durante estos años pasados de la enfermedad de padre.   La justificación por hallarse trabajando como asesor en Dubai, no le excusaba de haber podido venir alguna

24. Manzana lista para caer (24/50)

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       Sencillamente lo ignoraba. Desconocía cualquier indicio en su arrugada mente que pudiera explicar lo sucedido.   Ella paseaba en silencio por la Gran Vía, camino Plaza de España donde había quedado a tomar algo. Bajó un poco la mascarilla con ese gesto fácil y consciente a la vez, respirando profundamente por la nariz. En domingo, se notaba la menor afluencia de tráfico a causa del nuevo, ya enésimo, estado de confinamiento en Madrid.   Miró su reloj, llegaba diez minutos tarde. Justo al salir de casa, su hija Beni –la menor, de siete añitos- se le había colgado a los brazos: ¡Mami, mami, no te vayas! –Con cierto tono de angustia en la voz.   Habían permanecido juntas unos minutos, abrazadas, en silencio, sintiéndose la una a la otra. En una tierna cercanía que, en estos últimos tiempos, sólo parecía autorizarse, y a escondidas dentro de los hogares. Afuera, cualquier manifestación de cercanía, de afecto, levantaba sospechas; agazapado en su escondrijo creado por los mass me

23. Desayuno junto al mar (23/50)

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        Giró la cabeza hacia un lado para contemplar el rostro dormido de su mujer. Ahora ella estaba en paz. Habían sido unos días difíciles. Era comprensible; de alguna manera, Rita se sentía responsable de lo ocurrido a su amiga. Quién lo pudiera haber imaginado, hacía tan solo cuatro meses, cuando Hermelinda vino a pasar unos días con ellos las navidades pasadas. Sin embargo, había ocurrido y ahora la joven estaba en prisión, pendiente de la sentencia de homicidio voluntario.   Miró su reloj, las 5:45h; pronto amanecería. Necesitaba salir a caminar. Aprovecharía para pasear a ‘Truth beauty’, su nuevo perro. El cachorro de border collie apenas tenía cinco meses y necesitaba fijar bien sus rutinas. La alegría que había traído al hogar en febrero, estaba sosteniendo ahora este momento difícil.   Sin hacer ruido, Amir Mehnane se incorporó, tomó algo de fruta y, tras calzarse sus deportivas, cogió al perro y juntos, salieron al exterior de la vivienda. El sonido de la mar cercana le

22. Decirte lo mucho que te quiero (22/50)

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        Manuel Artola Aguirre encendió el televisor: Las noticias de mediodía -en el tremendista canal 24 horas- justo en estos momentos narraban el homicidio sucedido en Santiago de Compostela en un psiquiátrico:   “21 de marzo 2021: El paciente Abel Redondo acaba de fallecer esta pasada madrugada por la intervención homicida de la cuidadora Hermelinda Aquisgrán, licenciada en psicología y voluntaria desde hace un año en la institución. Las primeras pesquisas policiales informan que la sospechosa se ha negado a declarar, y sólo ha repetido cual autómata: ‘Ahora por fin él está en paz’ . La institución ha evitado hacer declaraciones. A las autoridades les preocupa que, además del delito, hayan podido incumplirse protocolos del Covid19 dentro de la institución. Al parecer hay grabaciones donde aparece la citada joven hablando muy cerca con el fallecido, sonrientes, ambos sin mascarillas. Seguiremos informando.”   Manuel apoyó con cuidado la botella de whisky que sostenía en su mano,
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21. El telar de la vida (21/50)

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       Encendió una varilla de incienso de palosanto; a los pocos segundos la dulce fragancia se extendía amorosa por la habitación, abrazando el espacio. Sentada sobre su cojín de meditación, la mujer de cabellos pelirrojos respiraba conscientemente.   “Al inspirar, el aire entra despacio por la nariz” –Se la escuchó murmurar, apenas un susurro envuelto por el silencio- “Al espirar, el aire sale por la nariz”.   Continuó así, sin hacer nada. Sentada, respirando, viva. Los rayos de sol del atardecer penetraban a través de la ventana orientada al oeste. Sus visillos de color blanco inmaculado, se agitaban casi imperceptiblemente, movidos por una corriente invisible. Los minutos pasaron, y nada parecía suceder. Sin embargo, la vida en su plenitud estaba ahí.     Después, cuando la penumbra empezó a inundar la habitación, ella se levantó, guardó su cojín y fue hacia la entrada de la vivienda. Hoy no había nadie más. Su hermana gemela, Atiye Shankar, había partido esta mañana de viaj

20. Todos hermanos en las antípodas (20/50)

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         Nunca hubiera imaginado, que pudiera acabar lejos de la seca meseta castellana.   Al cumplir treinta y cinco años, Higinio Fernández, ebanista de profesión,   vio como su cómoda existencia en la Valladolid natal, fue trastocada de la noche a la mañana. Aquel frío atardecer de diciembre 2019 Higinio recibió en su taller de carpintería –situado en las afueras de la ciudad- una extraña visita. Estaba a punto de cerrar, cuando llamaron al timbre. Al abrir la puerta, una figura alta, delgada, medio oculta por unos ropajes extraños que le protegían del frío, se dirigió a él en un castellano muy básico con marcado acento extranjero:   “¿El Señor Feernández, por favor?”   “Sí. Soy yo.” –Contestó Higinio algo sorprendido- “Higinio Fernández. ¿En qué le puedo ayudar?”   “Si me peedmite pasar, le explicaré. Aquí fuera hace mucho fríio.” –replicó el visitante con tono educado.   “Claro, por favor adelante pase, le prepararé un café bien caliente”.   “Muy amable.” –Dijo entrando

19. A quien corresponda (19/50)

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       A las 13:00h se dio por terminada la reunión. El laboratorio había informado a sus principales directivos de que, en breve, pondrían en marcha el lanzamiento de un nuevo, prometedor medicamento. Como subdirector del departamento de investigación, Lee Yuang tenía bastante responsabilidad en esta campaña, donde su empresa se jugaba mucho dinero. Si conseguían el éxito, el nuevo fármaco antidepresivo sería exportado a los cinco continentes. Su jefe, el científico Chai Pin, dos días antes le había avisado de lo importante de sus trabajos en estos momentos. Las verificaciones para confirmar los efectos del producto debían hacerse de manera escrupulosa.   Sin embargo, tras la reunión, Lee salió a hacer footing por los parques de la zona residencial de Hong Kong donde vivía. Mientras corría, no paraba de dar vueltas a una idea que ayer había empezado a tomar forma. En los últimos días había estado siguiendo por el microscopio, y haciendo cálculos, de algo que le extrañaba. Confirmó q