29. 'Hágase tu voluntad' (29/50)

 

        Por un momento su mente trató de volver a alguna escena pasada, donde su cuerpo yaciera largo tiempo inerte. Tumbado en la playa tomando el sol o enfermo en cama hacía ya más de veinte años. Los sarcófagos no eran muy de su gusto. Llegado el momento, echaría mano al fuego. Volvió al ahora. Era preceptivo no moverse para que las agujas hicieran su fino trabajo sin incomodar. Esta vez Adolfo se había dedicado bien. La acupuntura era agradecida para el cuerpo etérico cuando el físico se aquietaba siendo apartado del tiempo. Afuera llovía con persistencia, tras dos semanas de días soleados en un noviembre casi primaveral. El agua parecía hablar, expresarse con húmeda amabilidad. Después, ya en casa, volvió a hojear los escritos de enero pasado, aquellos preparados para compartir la velada poético musical del 18 de abril. No llegaron a ver la luz –como tantas cosas este año covidiano-; pensó en mostrar alguno a Erica luego. Hoy ella nos dejaba.

   Tantas experiencias sin llegar a ser; recortándose de mil maneras el poder de expresión: habla, canto, escritura, rezo, grito y también, por debajo de todos ellos, el siempre presente silencio. Le recordó cómo -en estos tiempos de mensajes oficiales monotema y de bocas tapadas-, se relacionaba la voluntad con la expresión. La libre voluntad siendo coartada, direccionada y  al tiempo, tantas bocas replicando el mensaje gubernamental, cual autómatas haciéndose eco de esa intencionada siembra de miedo. Cualquier día se prohíbe la expresión silenciosa, porque levante sospecha de portar el mensaje más inquietante, el del propio Ser de cada persona, cuidando responsablemente de su genuinidad.

   Luego le vino a la mente lo que alguien el otro día comentara: “Ahora les ha dado por meter infinidad de mensajes verdaderos en las series de ficción. Sobre el potencial del individuo, sobre lo trascendente, sobre lo relativo de la vivencia espaciotemporal; mientras se ‘miente como bellaco’ usando los medios de comunicación oficiales”. Para que, sibilinamente, la gente codifique la verdad como ficción y la mentira como verdad. El mundo al revés, Todo, queriendo apretar aún más la cadena del control, de la única voluntad suprema, de la pobreza de expresión en el pueblo…

  Era lo más parecido, a nivel cultural, de aquellas alocadas carreras el primer día de Rebajas en el desaparecido ‘Galerías Preciados’; viendo a aquellas amas de casa hacer doscientos metros obstáculos en un tiempo récord de competición de élite. Y todo, por buitrear antes que la mujer de al lado una prenda en la que ahorrarse unas pesetas. Igual ahora, todo vale –meter codos, defenestrar al vecino acusándole de cualquier sandez, etc.- con tal de experimentar una efímera satisfacción mediocre de sentirse ciudadano ejemplar. Sin atreverse a mirar toda la mierda propia  bajo la alfombra personal, soterrada reiteradamente,  por miedo a ser uno mismo etiquetado y hasta excluido de un circo deshumanizado y gris.

  Una vez más, premiando el dejar de sentir,  se llegaba a no poder ponerse en el lugar del otro. Esa pobreza de empatía en dos curvas de la carretera, se transformaba en ponerse a la defensiva cuando otro pensara o hablara diferente. Si uno se descuidaba, a la menor de cambio, se desenvainarían porras o machetes para despejar el patio y el ágora de las voces disonantes, de acallar las gargantas libres entonando canciones de amor, ternura y alegría de ser uno mismo.

  Lo importante podría llegar a ser, no sentirte marginado siendo el 7º tripulante de cualquier reunión, donde ya sólo caben  legalmente hasta 6, no refunfuñar ni victimizarte. Mejor recordar que el número 7 es el de la investigación de la verdad, el del mago o sabio que prefiere estar solo a mal ‘enrebañado’. De paso y, para acabar, es bueno recordarse, que cada mañana cuando uno se despierta, siempre lo hace solo. A lo más, hay alguien al lado que no molesta y está ocupándose de su propio sueño feliz.



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